
Las áreas protegidas constituyen sitios de gran valor ecológico que sirven como reservas de biodiversidad, suelo y agua, entre otros, y están disponibles para el estudio de las complejas interacciones ecológicas. Sin embargo, su creación e “insularización” puede no ser suficiente para su protección y es indispensable el desarrollo de un plan de manejo acorde a sus características y ubicación espacial.